La mujer de las Amazonas

Selva de las Amazonas, Ecuador, un destino imperdible para muchos extranjeros, visitar y convivir con las diversas comunidades indígenas que habitan gran parte de estos territorios es una experiencia que no puedes perderte.

Llegamos a la comunidad kichwa/Shuar con el objetivo de apoyarlos, ya habíamos compartido antes con ellos, está vez pretendía un intercambio con los líderes de la comunidad que involucraba aprendizaje y a su vez la experiencia de pasar algún tiempo alejada del bullicio de la urbanidad y así disfrutar de la exhuberante belleza del lugar, a cambio enseñaría como sacar mejor provecho de la tecnología para poder impulsar el pequeño emprendimiento y captar mayor turismo.

Los días empezaron a pasar, mi pequeña cabaña era hermosa, el sonido del río que pasaba frente a mí era mi despertar diario, la naturaleza en su máxima expresión, comida muy típica del área, sabores interesantes; con respecto al clima, por lo general siempre llovía, pero habían días con un sol que radiaba y penetraba entre las hojas de los árboles. 

La ducha era casi al aire libre, el agua fría en ocasiones me hacía dudar pero luego recordaba que después estaría con una energía que me haría sonreir todo el día. Mis botas de hule era el mejor calzado que podía tener, con ellas podía ir a cualquier lugar sin miedo a caer o ser picado por algún insecto o bicho raro, incluso las pocas veces que tuve que ir al pueblo, todos nos miraban extraños, sabían que veníamos de las comunidades ya que nadie usaba botas, yo mientras tanto disfrutaba de mi aparencia fuera de lo común.

No había energía eléctrica más que en la cocina, mi cabaña se iluminaba con un candil de luz amarilla tenue que daba un aspecto cálido a mi habitación. Las noches en su mayoría eran de cielos estrellados el cual me gustaba apreciar, por un buen rato me quedaba viendo, tratando de ubicar la única constelación que conocía y que observaba desde que era niña (el Cinturón de Orión) o la "r" cursiva como yo solía llamarle. En la cena compartíamos historias, los locales aseguraban haber visto cosas extrañas en el cielo y que no eran precisamente meteoritos o estrellas fugaces. 

Pase tiempo suficiente en aquel lugar como para apreciar la luna en todas su fases, además encontré un gusto interesante por ir al río de noche y bañarme desnuda bajo la luz de la luna y las estrellas, podía sentir como aquel lugar erizaba mi piel y su energía me abrazaba dándome una paz reconfortante. 

Por temas políticos Ecuador estaba en paro nacional, el bloqueo más grande estaba en el sector de la Amazonia, justo donde yo me encontraba, un movimiento era dominado por los líderes indígenas. Eso complicó todo, no había transporte y el pueblo más cercano para abastecernos de alimentos quedaba a 35 km de distancia.

Mientras esperaba que todo se calmara, aproveché la ausencia de turismo para visitar cascadas y lugares que eran muy conocidos. Eso me dió la dicha de nuevamente camuflar mi desnudez y rendir homenaje bañándome en las aguas cristalinas de aquel magnífico lugar.

Las cosas nunca mejoraron, finalmente tuve que salir casi de emergencia motivada por la líder indígena quien me dijo que la situación se iba a complicar más y que tenía que salir. Ella se encontraba en Quito como representante de su comunidad, entre llantos me comentó que había sido atacada y se encontraba en el hospital y que además estaban secuestrando a los manifestantes, me asusté, todo se volvió un caos, no había gas, alimentos ni gasolina. Ojalá hubiera podido documentar aquella experiencia dónde caminé entre las manifestaciones, los indígenas manchaban mi piel con "Wituk" fruta amazónica de un árbol de origen sagrado que es utilizado como pintura de alta pigmentación y durabilidad, esto como requisito para poder cruzar entre bloqueos y demostrar que apoyábamos la causa.

Fotografía de la líder de mi comunidad presente en manifestación en Quito.

El ejército presente con armas y pasamontañas, una fila interminable de vehículos en gasolineras para ver si tenían suerte de conseguir un poco de combustible, el ambiente era tenso, estaban quemando llantas, la gente gritaba con lanzas y machetes en mano, sentí un poco de temor y por ello no quise ni sacar mi teléfono. Después de mucho esfuerzo pudimos salir, era casi media noche cuando logramos llegar a Baños de Agua Santa otro pueblo mágico que me albergó por las siguientes semanas.

Después de varias semanas lo bloqueos fueron levantados, las carreteras libres y las fronteras funcionando con normalidad. Después de 8 meses en este país era momento de salir, con un gran suspiro inició mi viaje de regreso a casa.

Cuando pienso en las amazonas, recuerdo que por un tiempo fui la mujer que de vez en cuando amaba entregar su desnudez al río para danzar en silencio al compás del canto de las ranas, grillos y una que otra ave nocturna, en compañía del viento. Era demasiado placentero sentir como el agua se deslizaba lentamente en mi piel bajo la mirada de la exhuberante vegetación.

Hoy relato está historia en la comodidad de mi casa en Guatemala, he de confesar que no siempre me siento feliz de estar acá ya que en mis venas corre la inquietante idea de seguir recolectando memorias, sin embargo, escribir me hace recordar lo afortunada que he sido al haberme permitido vivir tantas aventuras.







Comentarios

  1. Me encanta, me hiciste ir a un lugar que nunca he visto y pude sentir todas las emociones, gracias!

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    1. Y a mí me encanta saber que puedo provocar sensaciones a través de mis relatos, gracias por leerme ❤️

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