Mi viaje con Ayahuasca
Nuestros antepasados, con la ausencia de los avances medicinales utilizaron la variedad de plantas para "sanar" algunos malestares e incluso tratar enfermedades, nuestros abuelos e incluso nuestros padres hasta la fecha nos preparan bebidas a base de diferentes hierbas para aquel dolor de estómago que en algún momento hemos sufrido.
Con los años la costumbre de utilizar plantas se ha reducido considerablemente, sin embargo el uso de hierbas con efectos psicodélicos cada vez es más común, sobre todo en personas que descubren un estilo de vida diferente al que la sociedad normalmente tiene estipulado.
Desde los años 60, la comunidad hippie trató de "normalizar" el consumo normal y diario del Cannabis, sin embargo sigue siendo ilegal en muchos países por ser considerada una droga no legalizada y considerada para muchos "mala" aunque existan estudios que indican que su consumo en dosis moderadas puede ser muy beneficioso para la salud.
No recuerdo específicamente en que momento empecé a escuchar sobre retiros "espirituales" o de "conexión" con el uso controlado de plantas con efectos alucinógenos. Siempre crecí con la idea de que todas las drogas son dañinas y destructivas, pero considero importante investigar y profundizar sobre el tema, es claro que no es lo mismo el consumo de drogas sintéticas compuestas por una variedad de químicos altamente tóxicos a el uso controlado de plantas que la misma naturaleza brinda aunque tenga efectos sensoriales similares.
Ayahuasca es una planta que crece en las selvas de la Amazonía ubicadas en América del Sur, se consume en forma de té y es muy tradicional entre las comunidades indígenas de esta área. Para ellos el consumo de la Ayahuasca es muy importante ya que es una manera de conectar con la "Pachamama" o "Madre Naturaleza" para una guía de vida y un pequeño acceso al futuro.
Cada vez, durante algunos viajes, conocía más personas que me hablaban de su experiencia con la Ayahuasca y cómo esta vivencia les permitió enfrentar miedos y traumas, logrando hacer las pases consigo mismo y convirtiéndolas en personas diferentes, más concientes con la naturaleza y el mundo (amor y paz). A pesar que algunos lo han hecho por su cuenta, escuché que no era recomendable ya que se decía que durante el "trance" (proceso) algunas personas quedaban perdidas en ese viaje y no volvían jamás, quedando "locos".
Durante mi estadía en la Amazonía ecuatoriana, compartiendo con la comunidad indígena Shuar - Kichwa, tuve oportunidad de adentrarme en sus constumbres y tradiciones, entre ellas Guayusa, un té utilizado como parte de un ritual de limpieza y comunicación entre las familias. Iniciaba a las 3 de la mañana con su preparación y luego bajo las estrellas, con la húmedad del lugar y en el calor de una fogata se hacían las tomas. La idea principal era compartir, ideas, sueños y pensamientos mientras el efecto vomitivo se hacía presente, a pesar de lo desagradable que suena, la sensación al terminar era agradable aunque agotadora.
Después de algunos días y después de investigar un poco, junto con mi compañero de viaje decidimos animarnos a participar del ritual de Ayahuasca. Me daba un poco de nervios debido a todas las historias que había escuchado, y sobre todo porque crecí con ese miedo de lo "malo" y/o "dañino" que es el consumo de sustancias alucinógenas, claro, anteriormente ya me había animado a probar Cannabis, una experiencia interesante que me hizo entender que mucho depende de la energía de las personas que te acompañan, además de otros factores como el nivel de conciencia y entendimiento. Ayahuasca era diferente, además, a quién no le da miedo saber que puedes descubrir traumas ocultos y enfrentar tus miedos, aunque después de ese "oscuro" proceso, lo que venía era el regalo de la planta.
En base a un pequeña lista de instrucciones, nos preparamos, física (únicamente desayuno liviano y pocos líquidos durante todo el día) y emocionalmente (estar concientes que todo lo que podías ver era únicamente producto de tus pensamientos y que había que guardar la calma). El ritual era largo, iniciaba a las 8 de la noche y terminaba a las 6 de la mañana. Expuestos en medio de la densa naturaleza, bajo el techo de paja de un centro ceremonial, con pequeños colchones cercanos a una fogata y junto a Mary, nuestra guía y "líder de la comunidad", dimos inicio.
Nos explicó los pasos e incluso lo que probablemente íbamos a ver o escuchar, como parte del proceso, era normal vomitar y tener sensaciones extrañas en el cuerpo. Fue muy puntual al decirnos que lo que íbamos a beber no era peligros y que tratarnos de no entrar en pánico aunque viéramos una anaconda abrir su boca para tragarnos, ¿suena loco no?, y quién no se asustaría con algo así, pero ella estaría allí, para guiarnos en el viaje recordándonos que estábamos en un ambiente seguro y que nada malo podía pasar.
Después de algunas palabras en su idioma Kichwa, con un ramito hecho de la misma planta, con un puro en la boca, bebimos un pequeño té con sabor extraño, sería muy difícil explicar su sabor. Durante la toma pedimos a la Pachamama reina del lugar, un viaje lleno de sabiduría para poder descubrir nuevas rutas de vida que nos permitiera descubrir nuestro objetivo de vida y así descubrir otro nivel de conciencia y felicidad.
Durante el proceso, traté de mantener la calma, un pequeño cosquilleo empezó a cubrir mi cuerpo, los sonidos se agudizaron un poco, yo estaba muy pendiente de lo que pasaba a mi alrededor, respiré profundo y me acosté en mi colchón. Pasado unas horas, Mary se acercó para evaluar y preguntar cómo nos sentíamos, su sorpresa fue darse cuenta que a esas alturas de la noche aún no atravesábamos la etapa de alucinaciones.
Llegó un momento que, perdí la noción del tiempo y caí en un sueño profundo, por momentos llegaba nuevamente nuestra guía a verificar. Muy incómoda y con gesto de preocupación, ella nos despertó a las 6am para que nos fuéramos a nuestras cabañas para terminar de dormir bien, lo extraño, no pasó nada, ni mi amigo y yo experimentamos aquel tan esperado viaje.
Después de algunas horas de descanso, nos reunimos con nuestra guía y ella con total admiración nos dijo que jamás había visto que los efectos de la Ayahuasca no surtieran efecto, que tal comportamiento de la planta no era normal, ella se culpó al creer que sus problemas personales habían intervenido, mientras tanto yo hacía bromas con mi amigo diciendo que nuestros demonios eran tan grandes que habíamos asustado a la Pachamama y que por ello no nos había visitado. Mary insistió en repetir dicho ritual, lo cual accedimos sin embargo por temas externos no pudimos realizarlo.
Aquella noche fue extraña, no pudimos sentir el verdadero efecto de la Ayahuasca, sin embargo después de leer y en base a historias de otros viajeros descubrimos que en raras ocasiones se deben hacer dos rituales para poder realmente conocer sus efectos.
Este ritual ha ganado mucha fama, convirtiéndose cada vez más popular, lamentablemente ese hecho ha provocado que el valor que representa el formar parte de ese proceso se vaya perdiendo enfocándose más en monetizar que en realmente brindar una vivencia única.
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